marzo 12, 2011

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¡Que rabia me da no tenerlo sólo para mi! Y que envidia porque ella lo tiene en sus brazos y entre sus piernas por derecho. Debería matarlos a los dos por revolcarse en la pasión, mientras yo me revuelco en la soledad y me imagino en el lugar de ella... ¡Debería matarlos! ¡Debería ser yo la que disfrute sus caricias! Hay un hombre para cada mujer y es este hombre el que yo quiero, ¡este es el hombre que debe escribirse mi nombre en la frente! Este o cualquiera que se me antoje, todos pueden ser míos, todos serán míos alguna vez y los usaré para mi goce, para mi disfrute, siempre para mí.
Para conseguirlo seré indiferente: ¡¿cómo se atreve a no mirarme?! Debería retorcerse en el lodo y el estiércol, humillarse ante mi perfección... y cuando lo haga, volveré a ignorarlo, le haré sentir lo poco que vale, para tenerlo siempre atrapado en su admiración de lo que valgo yo.
Cuando este hombre sea mío voy a devorarlo entero una y otra vez porque sé que nunca saciaré mi hambre de él.
Pero mientras no lo consiga... esperaré sentada hasta tener el valor y las ganas de enfrentarme a la vergüenza, esperaré como siempre lo he hecho porque nada más soy capaz de hacer, esperaré porque esperar es siempre la salida más fácil.










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