Sí, sí, sí, mi pelo es un desastre, no soy bonita, soy asimétrica, flacuchenta, sin gracia, torpe, súuuuuuper torpe, indecisa, extremadamente insegura y nerviosa. Me gustan mucho más los animales que los humanos, me cargan los cachureos, los ramos de flores (aunque las flores solas me gustan), los adornos de regalo (uno nunca sabe que hacer con ellos y siempre se llenan de polvo), me gustan los chanchos, leer, leer y leer, especialmente a altas horas de la madrugada. No soporto hablar de temas como economía o problemas matemáticos, me dan sueño y ganas de bostezar, pero sí amo dar mi opinión sobre cualquier otra cosa, aunque no sepa mucho. Llegar al tema de los sentimientos me pone histérica, soy cobarde, miedosa, exagerada, hipocondríaca a niveles insospechados y junkie de medicamentos que se pueden conseguir con receta médica. Me gusta ver películas y comer a la vez, amo con pasión la comida chatarra pero me siento culpable cada vez que me doy un gusto. Nunca compro ropa que no esté en oferta. Creo en el amor, sólo que no necesariamente es para todas las personas. Nunca me he enamorado, nunca he viajado a otro país ni he ido a Fantasilandia, nunca me he inyectado alguna droga porque le tengo pánico a las agujas, nunca he vomitado borracha (y espero no hacerlo) y no conozco la nieve. Soy de esas personas que evitan a toda costa: los asuntos sensibles y delicados, el llanto ajeno, gente cursi que le pone color a todo lo que hace, la cercanía, los sentimientos en general. Esto último no lo digo con pena, resentimiento o rabia, porque es una elección destinada únicamente a la supervivencia. Self preservation. Es casi algo animal.
Quiero a cada miembro de mi familia pero por separado, como conjunto somos una mierda. No confío en ellos porque la experiencia me ha dicho que es mejor mentir y mantener la distancia. No me molesta mentir, es más, se me hace fácil. Soy ultra desubicada, maniática, lenta, soñadora, distraída, distraída, distraída, siempre tengo sueño, siempre tengo ganas de algo solo que nunca logro identificarlo. Me olvido de todo, de los cumpleaños, de los nombres, las caras, mis cosas, los compromisos, todo lo que no esté amarrado a mi cuerpo se pierde, desaparece. No me gusta que me digan tonta, aunque en el fondo sé que lo soy en muchos aspectos. No me gusta que me digan flaca porque no me gusta ser flaca. Me gustan las manos. Tocarlas, ponerlas contra las mías y ver como calzan, comparar texturas, el largo de los dedos. Me gustan las manos, siempre me han gustado, como las de mi mamá porque son suaves, las de mi papá porque son acolchadas y las de mi hermano chico, porque son manos de carpintero aunque suene raro. Me cuesta mirar a los ojos, me cuesta decir lo que siento, a veces me cuesta respirar. Sé, y doy gracias por esto, que tengo al menos una amiga que siempre me va a querer no importa lo que haga, no importa lo tonta, mala, cruel, idiota que sea. Me da pena no poder ser mejor amiga. Y para coronar esta lista, puedo decir que reacciono pésimo en situaciones de estrés: dejo de comer, dejo de pensar, mi vida queda en standby. Todo es negro y entonces quedan cicatrices, lo típico. Si el mundo todavía se rigiera por las leyes de Darwin, habría sido de las jirafas de cuello corto.
Esto es lo que tienen que saber de mí, y no lo escribo para que la gente lo lea (nadie se daría la paja de leer este testamento) sino para recordar claramente quién soy cuando se me olvida.
1 comentario:
dos amigas.
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