junio 12, 2012

La mesa


Imagínense una mesa de madera, común y corriente, con cuatro patas bien repartidas como cualquier otra y hasta un bonito mantel de hule que la protege de todo daño superficial. Resulta que un día, llega una termita y se come una de estas patas hasta dejarla inservible. Se la come de manera lenta, insidiosa, hasta finalmente hacerla desaparecer. Sin embargo, la mesa todavía se mantiene en pie, porque tiene sus otras tres patas, aunque queda un poco intestable.
Ahora digamos que esta mesa siempre tuvo una de sus patas media coja, y no puede apoyarse tan bien en ella porque funciona de repente sí y de repente no. Es más, por lo general, causa más problemas de los que resuelve. Entonces tenemos una mesa que se apoya solo en dos patas, que está inestable, claro, pero todavía se mantiene en pie con su mantel de hule, porque en el fondo sigue siendo una mesa fuerte.
Pasa el tiempo y un día como cualquier otro, porque así son estas historias, una de esas patas se cansa y ya no puede seguir resistiendo tanta presión. Se triza. Todavía funciona, pero apenas, sólo por compromiso. Es un momento de crisis.
Pero la mesa todavía resiste, porque tiene su maravilloso mantel de hule, con puros dibujitos de unicornios, princesas, dragones y sonrisas. Hasta que llega un ser extraño, así como salido de una nube, que es muy amable, y la hace sentir más fuerte de lo que es, y le dice: ¡te ves horrible con este mantel! Y como esta mesa no había conocido nunca un ser extraño tan extraño, termina convenciéndola, sin malas intenciones, claro, (es más, quizás con la mejor intención del mundo), de que su mantel era en realidad una ilusión innecesaria. O quizás es que su mantel ya estaba muy viejo, tanto que con el mero toque se caía a pedazos.
En fin, al final, nuestra aventurera mesita pierde su mantel. Ahora, además de ser manca de una pata, coja de otra, y estar lesionada de por vida, ya no tiene nada que la proteja del calor de las cazuelas recién hervidas o de la frialdad de las cassatas que posan sobre ella al momento de comer. Está sola, equilibrada en una sola pata que hace lo que puede, como puede, pero que es extremadamente sensible y débil. Siempre lo ha sido.
Y por supuesto, lo más importante, es que esta pobre pata sobrante no entiende que está pasando, y no sabe como solucionar las cosas porque en realidad tampoco sabe exactamente que salió mal en toda esta ecuación.
Lo que esta pata no entiende es que nada salió mal. Así son las cosas. Lo único que debe entender es que mientras ella esté dispuesta a jugar al equilibrio, la mesa va a seguir en pie, aunque todos sabemos ya que es un caso perdido: esta mesa estaba destinada a morir el día en que perdió su maravilloso mantel. Es más, quizás ya murió y lo que pasa es que nadie se ha dado cuenta.

(y si alguien entiende, por favor pronúnciese)


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