Tenía epilepsia, esquizofrenia y también un cable que nacía de su cabeza. El cable salía directamente de su cerebro, a través de un agujero que traspasaba el cuero cabelludo, luego el cráneo, luego la cúpula gris llena de pliegues hasta llegar a esa sustancia color queso, siempre tibia y blanda. El cable era una conexión directa a su pensamiento, a su alma, eso creía él al menos.
Entonces, para descubrir qué se sentía ser alguien normal, para entender para qué mierda le servía ese cable que tenía dos patas metálicas como cualquier otro cable, Joaquín decidió enchufar su cerebro a la corriente.
Luego de una rápida descarga que lo dejó con los pantalones meados y una taquicardia severa, pudo por fin llegar a la conclusión que no siempre es bueno estar "enchufado".
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