Si alguien me preguntara si creo en el amor, diría que mi visión es un poco pesimista. "No creo que existe, pura química, reacciones fisiológicas, desilusión, felicidad, complicidad, qué se yo". Puro bla bla para rellenar, para explicarme, para lograr respoder una pregunta que (por fin me doy cuenta) creo que está mal planteada.
En primer lugar, no se puede preguntar sobre el amor en si, si no se pregunta también sobre la vida. Es más, para preguntar sobre el amor hay que preguntar sobre la vida, un término más amplio, porque el "amor", aún entendido bajo el cariz romanticón y siútico que se usa hoy en día, es: a)la "razón" de la vida y/o b)el camino para su permanencia. Hablar de amor es hablar de vida, sea cual sea el significado que tenga para quién sea.
En segundo lugar, y aceptando este planteamiento que involucra tanto a romanticones como a pesimistas, podemos encontrar una tercera corriente, y a mi juicio, la más acertada: los "realistas". Y es a ellos a quién van dedicadas estas líneas.
Para ellos, todo radica en un tema de conceptos. Ser realista no significa "aceptar la realidad", significa reconocer que ésta no existe. Todo lo que conocemos como "real" no es más que una mera percepción, algo sentido por nuestro organismo que se interpreta en nuestro cerebro y se traduce a datos químicos que plantean una "verdad" subjetiva. En otras palabras, podemos decir (y con bastante certeza) que el color verde en realidad es verde puesto que nuestro cerebro lo ve como verde, pero nada asegura que lo que tú conoces como verde sea en realidad de ese color, incluso que aquello que se ve y se reconoce como "algo" de color "verde" exista, más aún, no es posible asegurar que existan esos "algos" o "colores" en general.
Por lo tanto, no hay afirmaciones concretas que sean a la vez correctas, por más tangible que sea su contenido. Decir que existe el amor (o la vida) es, entonces, una valoración subjetiva de un estímulo que no es real (y nunca lo será, pues real es una palabra semánticamente insostenible según lo anterior), de un estímulo irreconocible del cual sólo podemos suponer un origen: Dios, Jehová, El Secreto, Karma...; todo esto claro, basándonos en la teoría de que hubo un origen y de que este fue, en efecto, "real".
Podríamos decir entonces, si obviamos los problemas de semanticidad que estas palabras llevan en sí mismas por ser una mera convención que percibo como tal, que mi vida es tan tangible como el aire. ¿Existe el amor, entonces? ¿Importa realmente? Después de todo, no existen los hechos. No existe la realidad.
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