mayo 19, 2012

Escribir

Me acuerdo de una vez que escribí un cuento donde el personaje principal se suicidaba. Tenía 12 años. Cuando mi padre, que en ese entonces estimulaba mis incursiones en la escritura, encontró lo que había escrito guardado en alguna carpeta en el computador, me dijo que uno no podía matarse, que todos teníamos que "bancarnos" la vida, solitos si fuese necesario. Yo no le respondí nada. La verdad es que no tenía nada que decir. Entonces, frente a ese silencio que sonó como una especie de rebelión para sus oídos, tomó la decisión de borrar el archivo. Así tal cual, delete, suprimir.
En ese momento, aprendí dos cosas:
En primer lugar: a la gente no le gusta leer cosas en las que no ha pensado, no le gusta leer cosas que no ha vivido, y no le gusta que el resto ni piense ni viva cosas que ellos no han imaginado. En otras palabras, mientras seas juzgado, tu imaginación está limitada.
Y lo más importante, escribir es algo que puede influir en las personas. Las maneras son muy variadas, pero siempre, SIEMPRE, vas a causar un efecto. Aunque sea una sonrisa. En el mejor de los casos, una lágrima. Y por lo mismo, tienes que tener un cuidado inmenso con lo que escribes, porque aunque tu estilo sea la decadencia, debe respetar, por ilógico que suene, esa misma decadencia.

No me extraña que mi padre no haya leído nada de lo que he escrito desde entonces. 

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